¿Cuántos poemas dibujarían mis manos temerosas?
¿Cuántos versos en tus caderas plasmaría?
¿Qué mi lengua insensata no te haría?
¿Quién en su sano juicio apostaría por tal cosa?
En el fondo sería una situación graciosa.
pues yo amo la noche y tú vives de día,
tu alma es tuya y la mía es mía,
y eso lo sabe el verso y también la prosa.
La soledad esquiva cualquier posible daño,
incluso para un corazón que ya se ha desenamorado,
encontrando en ella su más amargo apaño.
Preferir no girarse, pese a estar del todo parado,
aún viviendo un sueño, fruto de un cruel engaño,
sabiendo que es posible estar completamente equivocado.