Fíngeme un jardín
a los pies de tu cama
y deja que me quede a vivir,
como se queda quien ama.
Ocúltame en la almohada,
donde se esconden los deseos,
los sueños y las venganzas
y déjame ser cómplice.
Engáñame cuando me arañes,
revolviéndome entre tus sábanas,
testigo de todo placer nocturno
y secreto del amanecer.
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