A mi pobre Sombrero, al que tanto quise y tan mal traté.
A quién traté de regalar (y así me fue después).
Que, cuando lo quise recuperar, ni yo mismo me dejé.
Pero ahora es distinto. Es mío (o lo era), y lo quiero.
Quizá es tarde, tal vez no pueda pagarlo, pero necesito recuperarlo.
Estaría dispuesto a un trato, yo me quedo el sombrero y tu te quedas el alma mía.
Pues sin alma podría vivir, pero sin sombrero sólo malvivo, con el paso de los días.
Sin él todo lo que veo son arpías, de las cuáles cualquiera desconfiaría.
Y por desconfiado más perdí que al confiar, ya que quien confía tiene menos por perder que por ganar.
Devuélvemelo, te lo ruego, no tiene por que ser ahora mismo, puedes dármelo luego.
Atentamente: quién espera volver a ser ciego.
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