El hambre de silencio
envenena a la Luna llena
y la embriaga,
hasta el punto de volverla invisible.
Las palabras ciegas,
dichas con las manos,
rebotan en su piel,
incapaces de sacarla de su letargo.
Duerme, Luna, duerme;
ya habrá tiempo para despertar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario