Después de tres copas de más
la noche se vuelve confusa,
y no es porque tus besos locos
sepan a ruleta rusa.
Es porque sólo mirando tus ojos
puedo adivinar tu sonrisa.
Quizá me delate el pulso,
pero lo mío nunca fue la prisa.
Puede que pecara de idiota
por no saltar de la cornisa,
pese a esperarme abajo tus brazos
y no una maldita baldosa.
Que conste que no lo hice adrede,
pero te convertiste en mi musa,
y aunque estúpido te suene
para mí eso es mucha cosa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario