Hay un rinconcito
en el que mi mente se vacía,
donde cortocircuito,
me paro, no pienso y pido una amnistía.
Mi pecado favorito:
hablar de ti a cualquiera que me pía.
Me importa un pito,
si la razón es tuya o la culpa mía.
Huir, siempre mejor en estampida,
gritando en alto mi abdicación,
que con bombas de humo con discreción,
por el temor adquirido a las despedidas.
Eres mi excusa preferida
para encadenar mi corazón,
hacer como que ignoro a la razón
y fingir que mi alma no está perdida.
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