Debajo de una mesa con mantel,
en silencio,
escondidos,
atrapados por el ruido exterior,
las miradas se funden
en besos
y deseos
que caben en la palma de la mano.
Promesas de amor eterno
que se guardan
en los bolsillos
por miedo a perdernos.
Cierro los ojos y pienso
que te quiero,
sin dudar
que sigo siendo un crío.
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