Siempre tuve intención
de quemar mis horarios,
cumplir tus deseos
y ser un pez en tu acuario.
Quise batirme en duelo contigo
-sin ser contrarios-
y repasar sobre tu piel
cada letra del abecedario.
No es de mala educación
-ni fruto de desvaríos varios-
querer comerte con los dedos
y acariciarte con los labios.
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