Un hada de sonrisa eterna,
que frena el eco con su ahogada voz,
aspira los aullidos de tu mirada
con caricias prohibidas, ajenas a la razón.
Entre nubes de ceniza congeladas,
perpetuadas con un viento infinito,
como si un charco suspirase al Sol
secarse para siempre en el frío asfalto.
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