Devoto a la flor de loto
que se deja seducir por el alboroto
de un corazón roto.
Prometo, sobre mi esqueleto,
levantar el veto al completo
y dejar volar el luto.
Aguantar sin estar inquieto,
sin pensar, pasar el rato
y, sin condición, aceptar el trato.
Juro, por real decreto,
cumplir todo lo que prometo,
pero sólo soy un pato.
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