El meñique izquierdo me lo apuesto,
y me lo cortas como un rodaballo
si, antes de lo que canta el gallo,
no acaba mi corazón tuerto.
No predico a solas en el desierto,
ni inventé el gotelé de soslayo,
pues hablo más cuando callo.
Mas callaré de verdad cuando haya muerto.
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