¿A qué sabe la muerte?
Sabe a no llegar a conocerte.
O a perderte, si ya te hubiera conocido.
O a olvidarte, si ya te hubiera perdido.
Un sabor que deja un gusto amargo.
Una amargura intensa, que precede al feroz letargo.
Pero puede llegar a ser dulce,
si te dejas seducir, sin notar como te hunde.
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