Dueña de mi sueño,
señorita risueña.
Ciñe el ceño si la guiño;
sin amaños.
Hace señales de humo
y tiñe el cielo añil.
Gruñe si me enfurruño
pero sin tirar puñales.
Su sonrisa desaliñada
mi razón empaña,
mi juicio destiñe,
hasta despeñar mi ego.
La cabaña de mi cariño,
por un puñado de tu empeño,
araña mi amor añejo,
mientras me apaño con tu consejo.
Mi mayor hazaña:
corazón dañado,
pero no dañino;
corazón de niño.
Aunque, he de añadir que,
encoñarse suena peor
pero es menos moñas.
Sin engaños.
Besayunarte cualquier mañana de otoño:
pequeña fantasía de soñador.
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