Atascado entre el desierto del olvido
y el océano del amor platónico,
me di cuenta que estaba afónico
el catatónico rubor de lo cohibido.
Mas, por pesar, pesa de estar prohibido
quien no besa el labio camaleónico
del estar y ser destino armónico,
anhelo de mi corazón desagradecido.
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