Se tiran
y se devuelven
Se dan
y se devuelven
Se roban
y se devuelven
Y, a veces,
se retuercen
Pero,
siempre vuelven
(O casi)
Se tiran
y se devuelven
Se dan
y se devuelven
Se roban
y se devuelven
Y, a veces,
se retuercen
Pero,
siempre vuelven
(O casi)
Bajo el efecto de la hipnosis
de tu tercio mediano.
Sin quedarse a medias
donde acaban tus piernas
y muere tu falda.
Ahí.
El final de tu espalda;
donde rendirse al placer
y remar hasta extasiar.
Ahí donde brilla,
por su ausencia,
mi cordura.
Me abro en canal
ante vosotros,
y me desangro.
Sigo andando
sobre versos rotos,
hasta el final.
¿Qué sabrá la sinhueso,
de los besos que se pierde,
de los labios que no muerde,
del deseo que profeso
y las dudas que atravieso,
si no hay quien se lo recuerde?
Sólo
debo pensar
en tu sonrisa desatada,
para enloquecer de puta alegría.
Regálame momentos de locura,
que nos lleven aquí y allá,
sin pensar mucho
en nada.
Muero, en cada palabra
que el viento se lleva,
que el tiempo arrastra.
Iluminan mis pecados
y aflojan mi condena,
con el camino inverso.
Muérdeme la espalda,
siséame tus fantasías
y suelta el dolor, que lastra.
Te pienso de noche.
Te sueño en silencio.
Revivo, en cada verso.
A fuego lento
A fuego fuerte
Quema
Yo tranquilo
Tú salvaje
Arde
La mente libre
Desatada
Explota
Delirio en tu boca de labios sellados
Rebrote de ganas bajo mi pecho
Insanas mis manos sobre el tuyo
Tu nuca entre mi lengua y mis dientes
Deseos pacientes de roces a oscuras
Tu alma húmeda compensa mi cabeza dura
Hacer caso al capricho inconsciente
Ignorar el ruido, sin pasar por alto el murmullo
Encender la mecha y acortar el estrecho
Empezar con caricias y acabar en tornado
Comámonos
Con los ojos
Con las manos
Con la boca
Con osadía
Con lujuria
Con pausa
Es lo que toca
Irme de la lengua... entre tus piernas.
Dejarla libre... en el interior de tus muslos.
Hacer un nudo... con tus labios y mi saliva,
buscando el punto preciso... donde atraparte.
Y jugar sin parar, hasta que eches a correr.
Cómeme el alma
No tengas piedad
Todo para ti
Mi corazón, en tu palma
Tu mirada me salva
Dame tu verdad
Apiádate de mí
Devórame con calma
Si alguna vez hui de mi corazón,
fue por la cobardía que me hace valiente.
Es por eso que confieso ferviente:
sí, alguna vez hui de mí, corazón.
Gímeme un te quiero
mientras niegas con la cabeza.
Déjame entrar en tu fortaleza,
pero que sea sin peros.
Regálame un beso sincero,
aunque sea sin delicadeza,
con dudas y sin certeza,
pero que sea duradero.
Todos buscan la clave,
pensando que es abracadabra.
Que no es tan fácil, se sabe
y desconozco cuál es la palabra.
Mas para todo cerrojo hay llave,
aunque de reojo se abra.
Que se suelte la lengua
y se retuerza liberada.
Que baile libre
y sea dueña de su antojo.
Dejar que vibre,
sin vigilar de reojo.
¿Quién se tira con freno de mano
por una cascada?
Llévame a la deriva,
mientras tu mirada me descoloca.
Bésame en cursiva,
mientras mi impudicia te provoca.
No es tu saliva,
lo que deseo que fluya por mi boca.
Es más lasciva,
mi intención de quitarte la ropa.
Honestidad, mucha.
Vergüenza, poca.
Necesito la dama
de la baraja perdida.
Es el peldaño de la escalera
que me falta.
Quiero en tu cama,
para empatar la partida,
una noche imperecedera,
como medida exacta.
Que prenda la llama,
sobre la vela derretida,
y que sea primavera.
El deseo que me asalta.
Dice tu piel que me calle.
Susurran tus labios que les invite a un baile,
silencian mi mente en un manto de arrebatos
y hacen gritar a mi yo insensato.
Mi mente me miente,
mi corazón, no,
porque es paciente
y no disimula la agitación.
Mis palabras juegan,
soberanas de la excitación,
mientras mis silencios callan,
cómplices del deseo.
Cómeme la lengua,
antes de que te embelese,
y escóndela a mil leguas,
salvo que no temas que te bese.
Que tus vicios sean mis deseos
y ardan juntos sobre tu cuerpo.
Que tus deseos sean mis vicios
y se conviertan en nuestro fuego.
¿Qué hora es en el paraíso de tu locura?
¿A qué saben las caricias en tu espalda?
Tengo ganas de que Troya arda.
Dame veneno que anule mi cordura.
Regálame un billete a tu aventura.
Déjame ser quien siempre guarda
la sonrisa bajo el vuelo de tu falda,
quien no promete, ni tampoco jura.
Dice Irene, categórica y urgente,
-¿Tienes que ir al baño?-
-No, pero te acompaño-
Responde Carmen, concluyente.
Suele preguntarse la gente,
"¿pueden ir juntas, como antaño?"
Sólo para hacerse un selfie, nada extraño,
que nadie piense en algo indecente.
Les gusta hacer las cosas de la mano,
¿Quién es Quijote y quién Sancho?
Ambas beben en vaso ancho,
pero cosas distintas, no en vano.
Carmen trabaja en el Decano,
de periodista, con su particular encanto.
Irene estudia y le va el zafarrancho,
también es youtuber, aunque no lee la mano.
La cordura, bajo la piel.
Los besos, con mucha saliva.
Como un polvo al atardecer;
te atrapa el deseo y ya no hay salida.
Sabor a sexo sobre el papel,
tu sudor en mi boca lasciva.
Contar uno y echar diez,
comerme tus vicios y alargar la partida.
Entresijos entre fluidos,
empujones acompañados de morreos.
Mordiscos que se transforman, lamidos,
cuando desatas el tiroteo.
Liquida tu lado cohibido
y sucumbe al ardor del deseo.
Abre tu lado prohibido,
a las puertas de un feroz lengüeteo.
Recorrer mil leguas por tus sombras
con destino a tu caparazón.
Hacer menos caso a la cabeza
y dejar pensar al corazón.
Pálpitos en los que confiar a ciegas,
desbocados por la pasión.
Te recorre un escalofrío
cuando te roza una mirada
que, desde la distancia, te suspira.
Te atrapa con el primer latido
y eriza tu piel desenfrenada,
envolviéndola en un deseo que delira.
Bésame las ganas,
amordaza mi cobardía
y átame a tu cama
hasta que me desquicie.
Roza la superficie
y deja que mi lujuria te lama,
mientras afinamos puntería
para dar en la diana.
Deja de intentar sostener el mundo con tus manos
y pide auxilio cuando las llamas te sobrepasen.
No dejes que, por sujetarlo en soledad, te abrasen.
Que, aunque seas divina, seguimos siendo humanos.
Hay amores verdaderos que duran un rato
y cobardías fugaces que duran una vida entera.
Perseguirte tirando el dado.
Comerte y volver a lanzar.
Contar veinte y esperar,
junto a la casilla de salida.
Hay secretos que sólo guardan los amantes
y descaros que a la par se vuelven cómplices.
Negarlo no cambiaría ni un ápice,
y eso lo sabes hoy, pero también de antes.
Pasa la vida y, cada noche, la Luna renace.
Pasa la vida y, en cada fase, la Luna muda.
Niégame tres veces y vuélveme loco,
desata mis ganas de todo y acelérame.
Corre delante de mí sin mirar atrás y espérame.
Aunque sea a veces, aunque sea un poco.