Latente tentación
por la atracción lenta,
que tanto atenta
contra la afrenta
del sintiente
y mantiene atento
-mentalmente-
al penitente.
Latente tentación
por la atracción lenta,
que tanto atenta
contra la afrenta
del sintiente
y mantiene atento
-mentalmente-
al penitente.
Atrae la magia de lo cotidiano,
más que los trucos de cartas o los juegos de manos.
Engancha un suspiro a un anhelo cercano,
de los que, aún volando bajo, parecen inalcanzables.
Deslumbran los hechizos de miradas que sonríen;
esas que tanto dicen sin articular palabra.
Seduce lo que tú quieras que te seduzca,
aunque no quieras. No sé si me explico.
Enamora la tentativa constante que nunca se consuma.
Aunque consume, eso no lo puedo negar.
¿Quién querría fortuna y suerte,
después de haberte conocido?
Preferiría mil veces el olvido,
a poder ser, previo a quererte.
Pagaría el precio de negarte,
aunque significara haberme rendido,
pues más vale acabar vencido,
que sufrirlo hasta la muerte.
Perder la cabeza
y no volverla a encontrar.
Escapar
de la guillotina
una vez decapitado,
sin mirar atrás,
por la ausencia evidente.
Llevo la cuenta de todos los besos que debo
y de aquellos que conseguí robar,
de todas las puñaladas que me dieron
y, obviamente, de las que di.
Ya no la llevo con los dedos,
porque no me dan para contar
ni restando a los que se fueron
(exceptuándote a ti).
Río que clama a la lluvia,
como llama la llama al fuego
cuando la chispa se apaga.
Enemigo público del diluvio
que supuso la caída en balde
de la última gota sobre el cántaro rebosante.
Una llamada perdida de la sinrazón,
que a la locura fatiga y al corazón alienta,
como una afrenta
que el sueño te quita regalándote vida nocturna.
Pero qué sé yo, si ni lo que digo sé,
ni lo que pienso intuyo.
Si de lo que no reconozco callo
y, de lo que sí, huyo.
Que rime o que no,
importa lo justo;
la poesía es a flor de piel
y, si no, no es poesía.
La rima asonante de labio sobre labio
La métrica de una lengua que se retuerce
El compás de dos respiraciones entrecortadas
El bombeo de dos corazones al compás
Besos de menos, ropa de más
Furtivos que comparten coartadas
Rendiciones que caen sin que se fuerce
El placer como acto revolucionario
No separa la misma distancia
a tu boca de mi perdición,
que a tu perdición de mi boca.
Sin ser quién para contradecir a Shakespeare,
he de decir que, más allá de ser o no ser,
la cuestión radica en estar o no estar.