Río que clama a la lluvia,
como llama la llama al fuego
cuando la chispa se apaga.
Enemigo público del diluvio
que supuso la caída en balde
de la última gota sobre el cántaro rebosante.
Una llamada perdida de la sinrazón,
que a la locura fatiga y al corazón alienta,
como una afrenta
que el sueño te quita regalándote vida nocturna.
Pero qué sé yo, si ni lo que digo sé,
ni lo que pienso intuyo.
Si de lo que no reconozco callo
y, de lo que sí, huyo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario