Tengo más taras que aciertos.
De mi boca brota el desatino.
En mi mente fluye más que vino.
No soy la nada, pero soy desierto.
Tengo más taras que aciertos.
De mi boca brota el desatino.
En mi mente fluye más que vino.
No soy la nada, pero soy desierto.
Continúo haciendo trampas al solitario
y, aún así, sigo perdiendo.
Aprendí a callarme los sueños
y a olvidar las pesadillas.
Recordé cómo negar al no
y elegir ante quien me pongo de rodillas.
Me han cantado las 40 bajo reflejos de lluvia
y me han aullado a la luna por no poder dormir.
Adicto a mi pequeño desastre,
que se escurre entre telas de juicio.
Enganchado a cuando la vida hace zigzag
y te suelta los cordones de los zapatos,
pero no te agachas a abrocharlos
porque te gusta el riesgo a tropezar.
Confieso que nunca quise ser poeta
y, sin embargo, llenas mis versos.
Sólo soy un bufón con alas de ángel
que ha llegado a arder en tinta.
La poesía sólo es la excusa
para poder poner en un altar
y, a la par,
llamar hija de puta a mi musa.
Besos encriptados,
como tirar los dados
en el lado opuesto del salón.
Ponerle corazón,
olvidando la razón
que tanto tiempo has guardado.
Mi edad mental
es un estado animal.
En un pedestal
tengo la delgada línea
que separa la distancia
entre el bien y el mal.
Mi condena
es que siempre cumplo mis promesas.
Y me pesa,
no poder traicionar a mis cadenas.
A los valientes,
que en los peores momentos no encallan;
esos que no dudan en plantar batalla.
Los que nunca reniegan de lo que sienten.
A ellos, los inconscientes;
los que no frenan a pesar de cruzar la raya,
esos que tampoco callan.
A los que siempre manda el corazón y no la mente.
A ellos, por enseñar más que los dientes,
por soltar toda su metralla,
por canallas.
A ellos, egoístas imprudentes.
Nunca te fíes de aquellos que dicen
que nunca mienten.
Tu mirada, esdrújula.
La mía, llana.
Forman una campana
que se sale de la cuadrícula.
Una espiral de papel
que se pierde bajo una escalera,
como si se humedeciera
en el interior de un pincel.
Tengo que reconocer
que qué más quisiera
poder tocar madera
y no darte cuartel.
Sinhueso sinuosa,
traviesa por naturaleza,
¿dónde vas tan cariñosa?
Desconfía de su delicadeza,
que puede ser engañosa,
si reniega a quien le reza.
Renuncié al amor y a su álter ego
Renuncié a la vida y a su desdén
Al todo, a la nada
Al vete, al ven
A veces la vida te destroza
y te golpea desde el exterior;
nos da lecciones
que nos hacen tambalearnos.
A veces la vida te abraza
con finas trazas de qué sé yo;
nos regala imposibles,
momentos fugaces pero eternos.
La vida, puta y malparida,
nos enreda.
La vida, odiada y a la vez querida,
nos atrapa.
Empecé a hacerle trampas a la poesía
y me mostró sutilmente la salida.
Sin decir palabra, me dijo "mira,
conmigo no valen los engaños,
da igual que pasen los años,
que todo queda en mi memoria".
Desde entonces, asumí el reto
y disfrazo las palabras con carmín.
Disimulo cuando quiero mentir,
más aún si estoy bajo sospecha,
no sea que vea la flecha
y la herida de Cupido me delate.
Sé exactamente por qué es
y me pondría, entregado, a sus pies.
Guardo mentiras y momentos
en el mismo cajón de retales rotos
donde escondí los restos de tus fotos
y el mechero con que las prendí fuego.
Rompí las instrucciones del juego,
por si volvía a verme tentado,
y dejé el tablero rasgado,
para evitar el arrepentimiento.
He escrito mucho del amor
sin llegar a entenderlo,
¿y qué?
Nada en realidad,
contra una corriente poco sutil
que no me arrastra con ella.
Rompimos la barrera del sonido bailando primaveras,
bajo un aguacero de dudas y contradicciones,
de las que se cruzan con vicios y adicciones
y no dejan títere con cabeza.
No son mías las palabras
aunque salgan de mi boca,
aunque las refleje en el papel.
Un sabor a veneno con ternura
y un regusto a nostalgia
muere en mis labios distantes.
Se me escapan sigilosas
las dudas entre los dedos,
mientras te suspiro de reojo
con una única premisa:
si vas a venir cuerda,
átame con ella a tu cama.