Truena,
y santa Bárbara susurra en mi oído,
pero no quema,
porque el relámpago ya se ha ido.
Truena,
y santa Bárbara susurra en mi oído,
pero no quema,
porque el relámpago ya se ha ido.
¿Quién disparó primero?
¿Qué es más insano?
Se hizo tarde temprano
por ser dos perros callejeros.
Yo el faldero
y tú el del hortelano,
que a veces se dan la mano
donde siempre hay un pero.
La princesa de mi cuento
llevaba un cuchillo entre los dientes
y un ojo morado
tras darle un cabezazo al dragón.
Ciegos y mudos
leyéndonos en braille,
deshaciendo nudos.
Con roces agudos,
salta la ropa por los aires,
hasta quedar desnudos.
Una vida entera
entre tus labios y mi mirada.
Una puñalada certera,
de un cupido que venía con tara.
Basta.
Basta de tiros en el pie con amores imposibles.
Basta de certezas y de suspiros con sabor a adivinanza, como medida de un todo.
Basta.
Que vuelvan los vaciles, las risas tontas y los sinsentidos
-Son más sentidos, para colmo de todo lo demás-.
¿Qué importa nada cuando todo importa tanto?
En realidad, nada y todo son el mismo vacío en el espacio, pero subrayados en diferente color.