sábado, 11 de junio de 2011

...27 de Marzo...



27 de marzo de 2012, la lluvia no deja de caer desde hace más de dos horas. Dos horas, exactamente el mismo tiempo que lleva el protagonista de nuestra historia en el centro de la plaza, sin moverse. Está calado hasta los huesos, pero parece no importarle, es más, parece ni ser consciente de la lluvia. La meteorología es algo demasiado banal para una persona como él, ni si quiera un tornado podría moverle de allí, o al menos eso le gusta pensar a él. Su pensamiento es tan profundo que nadie más que él sabe sobre qué trata, o quizá no lo sea, pero como nosotros no lo conocemos nos gusta pensar que así es. Es preferible pensar que el protagonista de la historia es un ser inteligente, preocupado por cosas importantes, y no un idiota, embobado por el pensamiento de un mono tocando unos platillos. Cualquiera podría pensar que la cuestión que hasta aquí nos ha traído es el motivo por el que  nuestro amigo se encuentra parado bajo la lluvia, en mitad de una plaza, empapando su cuerpo y su alma con aquellas gotas frías, pero nada más lejos de la realidad. La única razón de narrar el comportamiento de aquel individuo no es más que para demostrar que la estupidez humana no necesita motivos para hacer las cosas. Cuando un ser humano ve a otro hacer algo poco lógico, piensa que este debe tener alguna buena razón que justifique tal acto, cuando la mayoría de las veces, aquella acción, no es más que la consecuencia de un impulso o una casualidad. No hay que buscarle motivos a todo, sólo los actores tienen finalidades prefijadas, escritas en un guión… el resto de seres que paseamos por la vida hemos venido a improvisar

(La lluvia sólo es un problema 
si no te quieres mojar)

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