Por esas veces que tanto dije
cuando no pretendía decir nada.
Por esas otras que callé
cuando quería decirlo todo.
Por las palabras cómplices,
escritas desde el lodo.
Por esos ojos siempre atentos,
pero que leen con la vista ahogada.
Colaboradores necesarios de innata persuasión,
para un pobre cobarde sin perdón de Dios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario