sábado, 8 de enero de 2011

...Yonkis de la cruel curiosidad y sus consecuencias...



La curiosidad mató al gato, o eso dicen, y cada vez le veo más sentido a la frase. Preguntar más de lo debido para querer saber más de lo que nos quieren decir no suele ser bueno. En ocasiones saber de más de lo estrictamente necesario puede resultar fatal. Quizá lo que ya conocemos es lo único que deberíamos saber, pues muchas veces nos arrepentimos de no habernos quedado con lo que ya sabíamos y no haber indagado más. No siempre pasa esto debido a la curiosidad,  hay veces que ocurre por accidente, pero bueno, son cosas que pasan. Dicen que el saber no ocupa lugar (al menos no de manera física en nuestra cabeza), pero puede generar un efecto "giratorio" en la mente, el cual, en el más agudo de los caso supone un "clik" en nuestra cabeza que pone en marcha lo que, comunmente, se denomina "rayarse el coco". Este acontecimiento puede tener diversos orígenes (en el caso de que sea consecuencia de nuestra curiosidad), pero los más comunes son dos. El primero es el propiciado por el sentimiento de culpa de conocer lo que no debíamos, y el segundo es el que deriva de no soportar la carga que pueda suponer dicho conocimiento. A partir de ahora, consideraré la curiosidad una tarea propia de gente osada...

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