miércoles, 20 de julio de 2011

...Es difícil no caer en la tentación...



El mar estaba plagado de innumerables peligros, pero el capitán, sin su ojo diestro, dirigía al timonel, ignorándolos, a través de sus aguas intranquilas, porque nada importa cuando acudes al canto de sirena. Las agitadas olas dificultaban la navegación, pero no eran suficiente para mermar su ánimo y hacerles cesar en su empeño, porque nada importa cuando acudes al canto de sirena. La tripulación revuelta, presa del pánico y al borde del motín, acataba las órdenes del contramaestre entre dientes, pero aún así continuaba la travesía, porque nada importa cuando acudes al canto de sirena. Sin comida desde hacía un par de días, y con las reservas de ron bajo mínimos, seguían el rumbo, porque nada importa cuando acudes el canto de sirena. Con el palo de mesana partido por la mitad, fruto de un cañonazo en batalla, y la mitad de la triplulación esparcida por cubierta, muerta, mantenían su ruta, porque nada importa cuando acudes al canto de sirena. Rodeados por docenas de tiburones, atraídos por la sangre, no cesaban en su empeño por llegar, porque nada importa cuando acudes al canto de sirena. El capitán mandaba, el nostramo transmitía las órdenes a voz en grito y timonel y tripulación obedecían cegados, porque nada importa cuando acudes al canto de sirena. A nadie pareció importarle, cuando el capitán ordenó avanzar en dirección a un inmenso remolino, que los sumergería en las profundidades, camino de una muerte segura, porque nada importa cuando acudes al canto de sirena... 

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